Mientras las fuerzas rusas se retiraban de manera apresurada del noreste de Ucrania el sábado en uno de los reveses más humillantes de la guerra, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, estaba en un parque en Moscú, donde encabezaba la gran inauguración de una feria.
“Es muy importante para el pueblo poder relajarse con amistades y familiares”, declaró Putin.
El contraste tan visible fue sorprendente, incluso para algunos de los simpatizantes más fervientes de Putin. Y subrayó una creciente división entre el Kremlin y los partidarios más vehementes de la invasión. Para esos partidarios apasionados, la retirada rusa parecía confirmar sus peores temores: que los altos funcionarios rusos estaban tan preocupados por mantener una atmósfera de “todo está bien” en casa que no dedicaron el equipo y el personal necesarios para combatir una guerra larga contra un enemigo con mucha determinación.
Por Anton Troianovski